marzo 24, 2007
Siempre en algun momento esta vida moderna te lo exige.
Sospechás que algo anda mal y en vez de intentar arreglarlo, lo tiras a la mierda y listo.
Es que las cosas ya no estan hechas para durar, el use y tire dista de lo práctico, roza lo estúpido, pero es lo que se acepta.
No se puede vivir siendo pop. Ni punk. Ni rock.
Te sentís tan lleno escuchando lo que todos escuchan, leyendo lo que todos leen, haciendo lo que todos hacen que cuando te das cuenta, tenes q resetear.
Yo hice reset dos veces.
Aprendí que soy mi mayor valor, lo que me salvó seguramente de las pastillas y mucha terapia.
Descubrí que los titulos a la gente no le quedan bien, pero declaré mi nobleza contra el mundo.
Despues de un tiempo aprendí a disfrutar de la tristeza y en ese mismo momento, empecé a ser feliz.
Mentiría si dijera que no me duele el dolor, pero lo cierto es que lo tomo con humor, porque la opción al final siempre es la misma: seguir adelante.
Eso sí, la clave no fue la tristeza, ni la alegría ni el vacio. Fue la soledad, que en un mundo descartable era mi garantía.
Me pude alejar de todo, menos de mí. No me podía dejar solo. Hoy por mí, mañana por mí y por los demás.
Las condiciones para seguir eran claras: Irradiar belleza terrenal, violencia intelectual, una mezcla de cualidades que me sustenten y me contradigan lo suficiente para no poder caer.
Y una filosofía sin idiosincracia, tan anárquica como prudente, tan hacker como corporativa, tan mia como del mundo de los demás.
"Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara."
JL Borges, El Hacedor.
