punk

De chico tenía una armónica. Le daba y le daba hasta dejarla llena de baba. Sonaba bien en mi mente.
Un buen día me levantaron temprano para llevarme a un lugar a aprender armónica. Habían decidido terminar con mi régimen de terrorismo sonoro.
Al llegar me explicaron que daban clases de varios instrumentos pero no de armónica. Me propusieron aprender flauta que después de todo era lo mas parecido.. y toqué la flauta hasta ser profesor.
Ser flautista no es para cualquiera, es jodidísimo, no podés ser flautista si vivís en sociedad. La verdad es que nunca amé ser flautista por eso ni bien me recibí a la joven edad de 14 años la dejé sin extrañarla pero sin saber que sería clave mas adelante cuando descubriera su verdadera utilidad.
Maldije el día que cambié la armónica amateur por la crapulenta flauta intelectualoide. Me había vendido, ya no era un punk de la armónica, ahora era un flautista comercial que tocaba villancicos en navidad y Bach cuando venían viejos decrépitos a casa. Lo peor es que me aplaudían. Enfermos, invertidos.

Con el tiempo empecé a vociferar sobre porque no había aprendido guitarra o bajo. Era un cero a la izquierda en los fogones, el guitarrista se llevaba toda la atención; mientras, me seguía vendiendo balbuceando temas de charly y otros parásitos con la ilusión de que la minita que me gustaba ese verano me diera bola.
Encima no me favorecía tener a Metallica y Sepultura como bandas de cabecera. Lo que quiero decir es que Enter Sandman en un fogón no quedaría bien a no ser que tuviéramos capuchas blancas y una cabra para sacrificar.
Sutilmente comencé a notar el halo que envolvía a los músicos de instrumentos socialmente aceptados. Era el halo del artista, esa mística que justifica las parejas y levantes mas impensados. Seguramente gracias a la música nació el: "que generoso que es este país". Dios le da pan al que no tiene dientes y clases de guitarra al que es feo.

Era notable aquello. La degeneración del ser humano era grande pero la de las mujeres se me hacía infinita.
Verlas babear por un hippie que ponía cara de "no me molestes, eyaculo tres veces por acorde" mientras que entonaba que lo cagaran a tiros en Morón no solo me hacía desear cumplir sus suplicas, sino además traer las capuchas blancas y darle a esa gente el destino de las cabras.
Y es que todas cayeron en esa, todas tienen en su historial algún músico robaplata que se pasaba horas delante de ellas haciendo una canción -que por supuesto era una bosta-, pero les encantaba eso. Les encantaba que las ignoren, les encantaba ser segundas tras una guitarra o un bajo. La capacidad de embellecimiento de un tipo gracias a un instrumento es inconmensurable.
Es que el arte es la gran mentira de la humanidad, la gran arma de los deformes (Dargelos un engendro, Ringo Starr un maleante), el arte es lo que permite que una gran cantidad de inútiles sigan generando descendencia. No quiero sobrecargar la frase, pero sin el arte, trillones de espermatozoides estarían condenados al ostracismo o peor aun, a morir deslizándose por la mano diestra de esta gente.

La culpa no es del arte, es de los artistas que siguen perpetuando su mentira. La culpa es pensar que el arte viene del alma, de ese lugar inalcanzable pero al que se accede fácilmente estudiando un par de años de solfeo.
Si el arte es algo pasional entonces yo a mi favor tengo que me rasco las bolas con esa misma pasión pero nadie me admira por ello, es mas, me miran con cara de asco. Llevo años haciéndolo y nadie lo valora. Amo la música tanto como rascarme, odio a los músicos mediocres tanto como odian verme rascar.

Lo que pasa es que los músicos el 95% de las veces son idiotas y tratan de levantarse minas poniendo al arte como excusa. No son interesantes, su halo de casi-arte es lo único que tienen. Y a veces lo peor es que ganan.
Y no es que los músicos ganen muchas mujeres, es que les duran poco porque las minas se aburren, se dan cuenta que no eran artistas, eran meros ladrones de gallinas que las profanaron usando su música como como leit motive. Algunas aprenden.
Y no es que tengan muchas mujeres tampoco, es que se van rotando a las groupies: esa subraza de mujeres que necesitan creer en personajes mas que personas, consecuencias directas del despecho de haber sido del club de fans de Emanuel Ortega sin haberlo conocido personalmente.

Por eso como flautista y en nombre del glorioso pueblo de Hammelin maldigo a los músicos de medio pelo. Son ratas que debemos exterminar y llevar lejos.
Es para lo único que sirve saber flauta.