nobody fucks with the jesus

Sangrando, ido, un poco resbaloso -pantanoso-, sudado e hinchado mi ojo derecho sigue viendo un poco más lejos que el izquierdo, agonizante.
De todas maneras nunca hay mucho para ver.
Desangrándome un poco más, las curaciones y suturas ya no sirven de mucho, el sabor metálico en la boca, los labios que casi no siento, laten como si fueran a explotar. No hablemos de la nariz, peor no podría estar, se siente el crock-crock, cada vez mas molesto, como si algo no encajara bien, el olfato lo perdí hace algún tiempo. Ya no hay energías para derrochar, ni quiebres que sorprendan, lo exuberante se transforma en eficacia.
Quizás lo más importante es comprobar que al final, por fin, el sabor de la lucha se empieza a sentir. La anestesia hizo efecto cuando debió.
No era un tema de anestesias, ni es un tema de sentidos alterados, es la lucha por la lucha, es deber hacer lo que se debe hacer y aún mejor, es hacer lo que tengo ganas de hacer cuando lo quiero hacer. Ya no es pegar cuando hay que pegar, basta de golpes al hígado, cuando hay que noquear, hay que noquear. Es un tema de resultados. Y constancia.
Así y todo, viendo la lona con cariño llegamos a los últimos segundos mi cuerpo y yo, afrontando al enemigo íntimo.
Lo respeto, sus resistencias son sólidas, casi inhumanas. Nunca va a darse por vencido, nadie lo haría, cuando el cuerpo no siente, el espíritu se encarga, los que tienen espíritu lo pueden hacer y dar fe de mis palabras.
Nada se compara a este tipo de batallas, interminables, decadentes y grandiosas. Vencidas las rueditas, el tiempo, la distancia, el destino, los fantasmas, el apio, el espejo y el resplandor, los valores cayeron por el peso de su inútil existencia.
Contra las cuerdas, el ring es sólo mío, sólo hay tiempo para un golpe más, algo infinitamente psicópata espera. Contundencia, ese es el lema del round nro 26.